¿Qué impide que recibamos abundantes bendiciones?
Fernando Alexis Jiménez
Estaba escribiendo. Rápido. Sobre el papel blanco plasmaba, de manera resumida, cada una de las etapas de su vida. Afuera y tal como podía apreciarlo a través de la enorme ventana, jugaban unos niños. La tarde era apacible. Y en esa tranquilidad de su hogar, concluyó que no tenía sentido seguir como hasta ahora. "Literalmente tengo posesiones materiales, pero no he gozado de plenitud.", razonó.
El ambiente próximo a la casa era festivo. Se pían las risas de los chicos. Estaban divirtiéndose, sin duda. Jacobo se incorporó. Estaba acosado por infinidad de pensamientos.
"Desde hoy tengo que cambiar", murmuró pensativo, mientras se paseaba por la espaciosa salita de estar.
La casa era amplia, apacible, acogedora. No obstante y pese a las comodidades de que gozaba, no se sentía alegre. Era como si este estado de ánimo escapara de sus manos, fugaz.
La vida de Jacobo fue dando un vuelco definitivo. En su forma de hablar pero también con su conducta, dejó ver que había algo especial dentro suyo que lo estaba llevando a una renovación total. Él lo comprendía bien: había recibido a Jesucristo como su Salvador.
Acérquese a las bendiciones
Cuando vamos a las páginas de las Escrituras descubrimos que estar al margen de los principios que Dios ha dispuesto para su pueblo, nos distancia de Él y además impide que las bendiciones vengan a nuestra vida.
Esta pauta de vida fue descrita por el profeta Isaías cuando escribió: "Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos." (Isaías 1:159).
Usted como es apenas natural quiere lo mejor de la vida. Es el anhelo de todos. Sin embargo para recibir es necesario que estemos en armonía con aquello que el Señor nos ha mandado y que está consignado en la Biblia. A menos que estemos en línea con esas pautas, nos iremos distanciando de nuestro amado Hacedor.
Disponernos a cambiar
El primer paso para ponernos a cuentas con Dios y abrir el camino para que sus bendiciones toquen nuestro ser y lo que hacemos, es disponernos para el cambio. Debe salir de lo más profundo de nuestro ser. Es imperativo que tenga una motivación sincera y no meramente las emociones del momento.
El escritor sagrado advirtió, hablando en nombre de Jehová: "Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda." (Isaías 1:16, 17)
Observe que debe haber un deseo acompañado de acciones concretas para limpiarnos de toda maldad con el propósito de no seguir ofendiendo a Dios y de paso, causándonos daño a nosotros y a quienes nos rodean.
A los dos primeros se suma un tercer elemento: reemplazar los viejos patrones de vida para caminar en un nuevo sendero: de justicia y temor reverente delante del Señor.
En este proceso cambiarán nuestros pensamientos y por tanto, la forma de actuar. Estará en consonancia con lo que Dios espera de aquellos que aceptamos la Salvación consumada en Jesucristo. Al recibir esa redención, todo nuestro pasado quedará borrado y se abre frente a nosotros la posibilidad de experimentar una existencia renovada, como dice el autor: "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana." (Isaías 118)
Una decisión personal
Absolutamente nadie nos obliga a cambiar. Es una decisión personal. La tomamos porque comprendemos la grandeza de haber sido redimidos por el Señor Jesucristo. Conscientes de la obra de limpieza que hizo con nosotros, determinamos andar conforme a los principios y preceptos que Él ha definido para nosotros.
El asunto fue abordado por el profeta cuando, en nombre de Dios escribió: "Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho." (Isaías 1:19)
Es necesario darle un vuelco a nuestra vida. Y es una decisión que estamos llamados a tomar hoy, ahora. ¿De qué manera emprendemos el proceso de crecimiento personal y espiritual? Recibiendo a Jesús como Señor y Salvador. Puede hacerlo con la siguiente oración:
"Señor Jesucristo, reconozco que he pecado. Gracias por perdonar en la cruz todas mis trasgresiones y limpiarme totalmente. Te recibo como mi Salvador. Haz de mí la persona que tú quieres que yo sea. Amén"
Si tomó esta decisión, lo felicito. Es el mejor paso que puede haber dado. Ahora tengo tres sugerencias para usted: la primera, que aprenda en la Biblia los principios dinámicos que le ayudarán en el crecimiento personal y espiritual; la segunda, que haga de la oración un hábito diario. Orar es hablar con Dios. Y la tercera, que comience a congregarse en una iglesia donde se predique el mensaje de la Biblia.
Si tiene alguna inquietud, por favor no dude en escribirnos a pastorfernandoalexis@hotmail.com o llamarnos al (0057) 317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez Visítenos en www.guerraespirtiual.org y www.estudiosbiblicos.jimdo.com
Recapacitó en su vida. No había sido fácil desde que tenía conciencia. Por eso y, aprovechando la soledad del lugar, se sentó, entrelazó sus manos e inició una oración. Le pidió a Jesucristo que le ayudara a cambiar.
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