Hasta julio de este año, se habían cometido 2468 crímenes en el país. De esos muertos, el 23% son jóvenes entre 15 y 19 años. De cada cuatro adolescentes asesinados, uno era estudiantes de un instituto público.
Los asesinatos de estudiantes de institutos públicos no son hechos nuevos en el país. Durante los últimos años siempre han ocurrido aunque, quizá, no con tanta frecuencia y virulencia como ahora.
Un solo dato pone la piel de gallina ya que por lo menos una cuarta parte de los jóvenes asesinados entre 15 y 19 años son estudiantes de institutos.
Esa cifra podría ser superior si se acepta que los 116 estudiantes asesinados este año representa un subregistro porque hay muchísimas otras víctimas cuyos cuerpos no aparecen. Las autoridades las tienen como “desaparecidos” o “privados de libertad”.
Hasta julio de este año, se contabilizaban 2.468 personas asesinadas. De ese número, 514 víctimas(el 23%), son jóvenes con edades entre 15 y 19 años.
Lo sorprendente de los asesinatos entre esas edades, es que al menos el 25% son estudiantes de institutos que murieron en la nueva guerra desatada por las maras para alzarse con el control de las instituciones que se encuentran en sus territorios y que dominan a su antojo.
Se presume que la mayoría de esas muertes ocurren porque pandilleros estimaron que se trataba de estudiantes que no apoyan sus adhesiones o viven en territorios ajenos al de las maras que controlan el instituto.
Si se siguen las tendencias del poco más de medio millar de jóvenes que han muerto durante este año como producto de la violencia, se podría advertir que el 80% de los fallecidos son estudiantes varones y el 20% mujeres.
Además, siete de cada diez estudiantes habrían sido asesinados con armas de fuego. Los restantes murieron a causa del uso de puñales y otros objetos.
Uno de los casos más extraños vistos este año (se aparta de esos métodos para matar), es el de una mujer que fue asfixiada luego de que sus asesinos le envolvieran su rostro con cinta adhesiva como si fuese una antigua momia. La joven murió asfixiada.
Por los métodos
Quizá es mera percepción de algunas autoridades, pero hay quienes están convencidos que la nueva generación de mareros que están decididos a tomarse los institutos públicos son más violentos que sus predecesores.
Entre esos jóvenes estudiantes de institutos se incluyen, ahora, hijos de algunos de los primeros mareros. Esos descendientes estarían dispuestos a matar sin ningún escrúpulo. Son más violentos que sus padres.
Eso se ha observado, por ejemplo, en el caso de dos estudiantes de San Miguel que fueron asesinados y luego quemados. ¿La razón? Porque les pidieron que fueran a cobrar la renta a un comerciante y no entregaron la suma completa del dinero recibido.
Otras muertes de mujeres estudiantes se han producido con exceso de violencia y ensañamiento. Fueron acusadas de mantener relaciones sentimentales con otros estudiantes que residen en territorios que domina una mara contraria. Se cree también que uno de los hijos de un veterano miembro de una mara fue el responsable de cortarle un brazo, con un corvo, a un estudiante que viajaba en un microbús.
Lo hizo frente a todos los pasajeros. Luego le dijo al motorista que se detuviera y se bajó del auto silbando, como si nada hubiese ocurrido.
Pero, si bien los asesinatos de estudiantes son, ahora, frecuentes, no representan hechos nuevos.
Un director de un importante instituto público de la capital: “cada mes había uno o dos asesinatos pero los medios de comunicación no decían nada. Hubo meses en que decíamos:”púchica, ya van tres”.
Incluso, en una ocasión, y sin que lo registraran los periodistas, un estudiante contrario lanzó una granada que explotó en el interior de una esquina del Inframen. La explosión mató a una mujer estudiante.
Lo que sucede ahora es que comenzaron a darse asesinatos de estudiantes de institutos públicosen mayor número que antes.
Además, la violencia empleada por los asesinos (mayoritariamente estudiantes también), es cada vez más profunda.
Se estima que fue desde el 2005, en adelante, cuando las cosas comenzaron a empeorar en algunos institutos de la capital.
Es en esa época cuando se abandonan los pleitos estudiantiles y muchos se dedican a asesinar a estudiantes, siguiendo las órdenes de los jefes de las clicas.
Para ese momento, las maras comenzaron a enviar emisarios formales a las instituciones que pronto se transformaron en reclutadores y en una suerte de misioneros de la organización que nombraban a sus representates dentro de la entidad.
Comunidad
Este año se han producido más de cien asesinatos de estudiantes porque, según se sabe, los jefes de las maras quieren que, en las comunidades que controlan, los institutos sean de uso exclusivo para los miembros de sus clicas.
Por eso es que se estima que si las autoridades no transforman el poder que las maras ejercen en las comunidades, es poco lo que se pueda hacer para evitar más asesinatos de estudiantes y para cambiar la realidad de los institutos.
Las principales autoridades del Ministerio de Educación anunciaron, hace algunos días, que elaboran un plan para rescatar los institutos de la influencia de las maras.
Pero, sobran los escépticos que repitem, una y otra vez, que primero deben recuperar el control de las comunidades, lugar donde se originan todos los males.
Son como mafias
Este es el testimonio de un ex director del Inframen que dejó ese instituto cuando las cosas comenzaron a empeorar.
Redacción dem
Diario El Mundo
Conforme empeoraban las cosas en el Inframen, y yo actuaba como director, siempre me dije: “me tengo que ir de aquí”. Yo percibía que este problema que se vive ahora llegaría tarde o temprano.
Comencé a desesperarme por irme de ahí porque veía a unos tipos extraños que entraban. Eran tipos viejones. No eran bichos. Se reunían con los cipotes. Todo el mundo tenía miedo de decirles algo. Como director les decía:”mirá, vengan para acá” pero no me hacían caso”. Entonces, cuando veía a esos tipos ahí, al final me hacía el loco.
Eso ocurría entre el 2005 y 2006. Incluso, a algunos estudiantes se les miraba en sus ojos el color rojo del alcohol y las drogas. La cosa se descomponía muy rápido. Hasta los vigilantes les tenían miedo.
Cuando llegué a director, sabía cuál era el problema de la institución. Yo despedí a todos los vigilantes y contraté a una empresa privada. Nadie entraba si no dejaba el DUI y lo anotaba en un libro. Luego puse cámaras porque sabía lo que se avecinaba. Pero, como en las barandas habían hoyos, yo los mandé a tapar. Por ahí se metían los adultos que llegaban a hablar con los bichos. Pasé varios meses sólo tapando hoyos. Después ya no entraban. Yo renuncié porque sabía que no iba a pasar toda mi vida intentanto parar lo que sucede hoy. Sólo habían dos caminos: ser director y no dejar pasar las cosas o hacerse el mareado y cobrar a fin de mes.
Yo le tomé cariño al instituto. Pero, el degenere comenzaba. Cuando llegué dije como un juramento: este instituto, o me voy yo de aquí o se van estos tipos.
Le diré lo que pasaba: esos tipos comienzan a nombrar encargados, a sus representantes. Así comienzan a existir los palabreros. Esa palabra nunca la había oído. Por ejemplo, un estudiante le decía a otro “posteame”. Eso viene de poste: dos hablan y yo sólo miro, sirvo de poste. Pero mi misión es que si veo algo, les aviso.
Aunque los que controlan el instituto no nos hicieron nada, sí nos vigeaban. Sabían a qué horas entramos. Sabían el horario. Algunos saben donde vivimos. Tenían nuestros números telefónicos. A mí me mandaron mensajes en los que me decían “maldito” , “perro”. Cosas así.
Con esas amenazas sentí que al rato me matarían. Pero, no pasaron de insultarme.
Una de las que me amenazaba era una señorita. Un bicho le prestó el teléfono. Mi número telefónico se lo habían pedido a un coordinador.
Ahora hay que reconocer que el colegio está en una fase peor: desaparició el pleito estudiantil y ha pasado a la formación de clicas pandilleras, criminales. A eso está llegando.
Ellos reclutan a los estudiantes en las colonias donde viven. Allí comienza todo. Allí se gesta todo en esas comunidades pobres. El problema nace en las comunidades. No es que el instituto sea el núcleo de todo.
Y todos esos jóvenes tienen sus códigos que deben respetar. Por ejemplo, no pueden decir nada en lo que andan. No deben mencionar sus misiones. Eso es toda una mafia. Así actúan las mafias.Quizá esa es la palabra más adecuada.
Hay muchos que ni siquiera entran a clases. No llegan a estudiar. Bien se conocen. Ellos saben lo que hacen y en qué momento lo hacen.
Realmente eran bien pocos los estudiantes que intimidaban a los profesores. Había un muchacho a quien los profesores le ponían seis para no tener problemas. La verdad es que no merecía ni un uno. Pero, como sabes que es pandillero, para qué te vas a complicar.
Buena parte del problema es que ya no sólo reclutan en los bachilleratos. Ahora también reclutan en los terceros ciclos. Hay niños que los drogan. Y les dicen que tienen que hacer tal cosa si quieren más droga. Los niños siempre serán utitilzados ahí. Los envian a cobrar renta que se ha convertido en un inmenso negocio para ellos. Y creo que estos problemas llegarán más arriba. Tarde o temprano eso ocurrirá.
Va a llegar un momento en el que ya no recogerán dinero en un bus sino que se irán, por ejemplo, a pedirlo a una cooperativa entera. Así irán creciendo y cada vez tendrán más poder de compra. Nadie podrá impedir eso. Yo pasé en ese instituto varios años. Sé cómo evolucionan. Sé lo que pasó con ellos./ Julia Gavarrete/ Xenia González /Lafitte Fernández /livduca