Los profesores piensan que el dinero empleado en educación es una inversión a largo plazo y en estos días se manifiestan contra los que piensan que el dinero de la educación es un gasto recortable, una pérdida de presupuesto y de recursos. A lo largo de la historia la relación entre los educadores y los poderes fácticos de las sociedades no siempre ha sido amable; tras la larga dictadura en nuestro país, ominosa también desde el punto de vista educativo, se produjo una considerable inversión en educación en todos los aspectos: en el aspecto material y de recursos con la construcción de cientos de institutos, y también en el aspecto social con la revalorización del profesorado y la función educativa y cívica que desempeña. La democracia, pues, ha consolidado la educación en nuestro país y ahora, con la crisis salvaje motivada por los poderes financieros, con al anuencia de los poderes políticos, el primer elemento que se cuestiona es la educación y sus protagonistas: la comunidad educativa que forman profesores, alumnos y familias.
La profesión de educador, como sabemos lo que nos dedicamos en cuerpo y alma, es un tipo de trabajo que todo el mundo toma por vocacional, es decir, como algo que se ejerce desde una entrega absoluta y paciente. Los profesores elevamos la importancia de lo que hacemos porque el material con el que trabajamos, el propiamente humano, es muy delicado y , además, es clave para el desarrollo social, cultural y también económico de una comunidad. Los que nacimos ya en democracia sabemos que lo que somos, en gran medida, se lo debemos a los profesores y a la sociedad toda, que nos permitieron formarnos disfrutando de becas y múltiples oportunidades de las que carecieron nuestros padres. Sin embargo, nuestros padres creyeron firmemente, con una fe insólita, en la educación como motor del cambio personal y social, y depositaron también toda la confianza en la figura del profesor, toda la confianza, porque entendían que con su ayuda seríamos mejores personas, mejores profesionales en nuestros futuros trabajos y mejores ciudadanos. Por eso los profesores, en estos días, protestamos, como protestan también miles de familias, porque cualquier agresión a nuestro trabajo repercute necesariamente, no ya en la sociedad toda a largo plazo, sino en cualquiera de sus hijos que tienen que recibir clase junto a cuarenta compañeros en unos casos y recibir clase de profesores no especialistas en la materia en otros. En el fondo, su preocupación es la nuestra, el gasto educativo nunca debe ser concebido como pérdida, sino como inversión, como capital humano y cultural para toda la vida. Todavía hoy, muchos de nosotros, los profesores, y muchos de los padres y madres, seguro que recordamos frases, sentires, explicaciones y consejos, de sus antiguos y siempre recordados profesores, estoy seguro; también nosotros queremos dejar un legado a las próximas generaciones, un legado cultural valioso y una herencia de dignidad y civismo. De los políticos y también de la comunidad educativa depende que así sea.