La mosca cojonera es un díptero del suborden braquícero, adaptada mutante pertenciente al cruce genético de las familias tabánidos y estratiómidos, dos familias de largo parentesco social con los hombres y con la jerarquía que sustenta el epicentro organizativo de èstos.
Su generación crece de forma espontánea, no posee fase larvaria, convirtiéndose en elemento de cognición por simple casualidad, tal vez por venturoso azar. Apenas crece durante su efímera vida y se alimenta del escozor permanente de personajes acostumbrados a escaldar cualquier signo ajeno al propio interés. Debido a esa impronta mutante no se le conocen horarios, aunque para la mayoría de los afectados, la mosca cojonera aparece junto al desayuno, camuflada entre las hojas de los periódicos y actúa con buen tino cuando el insigne ha digerido su porción de sapos racionales. Zumba no siempre con el mismo sonido, por eso alguna vez ha sido confundida con su colega la mosca cropófila, variante degenerativa y de estilo vulgar. En realidad, la cojonera, demuestra entender de estrategias y suele prodigarse en el uso de la conciencia pese al nulo interés que tal uso supone en la actualidad. Cuando el arma de la conciencia es insuficiente, dirige ataques racheados de reflexión contra la bolsa escrotal del destinatario, concretamente, y eso demuestra su astucia, a la zona del epidídimo, región esta de fuerte conexión con el sistema nervioso central. Los síntomas son conocidos: el prurito mental que ocasiona suele durar días, incluso meses, siendo su efecto instantáneo en individuos cuya robustez intelectual reside en el ombligo, motivo por el cual andan mirándoselo todo el día.
El hábitat de la mosca cojonera es indistito e indiferente. Recorre el sur de la diversa fauna municipal, el norte de los grandes despachos ejecutivos, (de ejecución), el este de los prohombres cortesanos y el oeste de los miserables, territorio hiperdesarrollado, si entendemos la miserabilidad como pandemia sin solución. En todos estos lugares y sin compasión, la mosca arremete dejando en evidencia el destartalado aséptico aspecto ideológico de la sorprendida víctima. Algunos creen estar inmunizados y poseer el antídoto, (cara dura y crucifijo), la causística empero, les asegura escozor en el escroto y efecto descoyuntador.
La vida de la mosca cojonera es, como hemos señalado, efímera, por eso suele disfrutarla con gran intensidad de conceptos y frenesí de sabiduría. Igual que nace fenece, incluso sin motivo alguno, quizás herida por algún zarpazo en plena libación, caso inusual dado el alto índice de cobardes entre sus víctimas. Libertaria, vespertina, noctívaga, espera en las hojas de algún diario o blog, una explosión espontánea de razones varias.
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LA MOSCA COJONERA
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