VÉRTIGO

A don Carlos no le gustan las alturas. Odia subir en avión, dar vueltas en la noria; subir al último piso de la torre Eiffel o asomarse a la terraza del Empire State Building. Don Carlos sufre de vértigo y es incapaz de comprender la película. Una vez fue a entrevistar a un poderoso hombre de negocios en su despacho final, en lo alto del mundo, y vomitó el café durante el descenso en ascensor, corroído por la envidia. Es un bujarrón tocapelotas disfrazado de tipo duro. Un mierdecilla. El mierda de don Carlos, "ahí viene el mierda de don Carlos, ahí va el mierda de don Carlos", se dice de él. Y es que don Carlos quiere ser ministro y que le unten los bolsillos con suculentas comisiones para comprarse una finca de tres mil hectáreas, y poder vomitar el café en cualquiera de los treinta millones de metros cuadrados suciamente adquiridos. Le obligó a subir a punta de pistola hasta lo alto de la torre, una vulgar y torpe imitación de veinticinco euros de las que se compran en las armerías, de esas que disparan bolas de plástico. Don Carlos el sudoroso, don Carlos el cagón, don Carlos el meón, don Carlos el llorica, se ató el mismo el arnés a los tobillos. Al oír el sonido de la corredera, y se notaba que era plástico del malo, salto al vacío como alma que lleva el diablo, sin percatarse que la cuerda elástica no estaba anclada a ningún sitio. ¡Chof!