Una empresa de ideario neoliberal. Un clan mafioso la gobierna. Dentro de la misma se producen diversas tensiones sucesorias con la pretensión de alcanzar la presidencia, el poder absoluto. El realizador coreano describe con cierta frialdad un nuevo tipo de criminalidad corporativa, prescindiendo de algunas formalidades.
Nada nuevo quizá. De nuevo un policía infiltrado dentro de un universo criminal cerrado, que le es hostil, y con el que tendrá alguna manera que lidiar. Ese mundo hostil con el tiempo absorbe la identidad de nuestro protagonista, lo va moldeando, la ambigüedad moral y la esquizofrenia, los conflictos interiores, los afectos problemáticos contribuyen.
Al realizador le interesa no tanto la épica sino la complejidad psicológica de los personajes, y como la ley es parte activa dentro de ese juego violento de poder