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Héroe de la ocultación. Harold Bloom
A sus noventa años, Nicanor Parra lleva casi setenta siendo un poeta original y vital. La espléndida tradición de la poesía chilena se remonta al español Alonso de Ercilla, cuya épica, aun combatiéndolos, deja constancia del valor de los rebeldes chilenos de Arauco que se alzaron contra los españoles a finales de la década de 1550. Siglos después, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Pablo Neruda produjeron versos tan brillantes que Parra tuvo que colocarse a sí mismo en relación dialéctica con ellos. Ironista consumado, Parra burla afablemente el proceso de la influencia, declinando convertirse en otro Neruda. En lugar de eso, retrocede hasta Aristófanes y Catulo, y se reclama heredero de esa gran familia literaria a la que pertenecen también François Villon y John Skelton, y que tiene como centro a Rabelais. Por otro lado, si bien asimila en cierta medida la postura de Whitman, Parra evita las grandiosas formas de éste en favor de armonías quebradas y de medidas que no rehúyen la tradición popular.
Lo primero que leí de Parra fueron sus ???Recuerdos de juventud???, en una traducción hecha por mi amigo William Merwin. El poema me obsesionó durante mucho tiempo:
???Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos???.
Palabras que me siguen recordando la comparación del alma con una cebolla que hace Ibsen en Peer Gynt. Por entonces leí también ???El túnel???, un poema iracundo y al mismo tiempo encantador, de nuevo brillantemente vertido al inglés por Merwin, él mismo un gran poeta contemporáneo de América, más cercano a Parra que a Ezra Pound o T. S. Eliot; cada vez que lo leo, ha vuelto a cambiar, y en ese sentido Parra es sin duda uno de sus maestros.
Uno de mis poemas favoritos de Parra es ???Las tablas???. Tan hilarante como siniestro, ???Las tablas??? me perturba con oscuras revelaciones de mí mismo. No conozco otra confrontación más original con las Tablas de la Ley. Es posible que para Parra las rocas del Sinaí representen el poder de Neruda, Mistral y Huidobro.
¿Cómo no iba a venerar yo los mejores poemas de Parra? Es un héroe de la ocultación, en sí mismo un Mapa de Malas Lecturas. Ya se rebele contra la poesía chilena, contra Marx o Freud, conoce los límites de la ironía de la ironía. Es a la vez un auténtico innovador y un monumento cómplice a la Ansiedad de la Influencia.
Como crítico literario gnóstico, judío y norteamericano, no estoy muy convencido de entender del todo a Nicanor Parra. Pero creo firmemente que, si el poeta más poderoso que hasta ahora ha dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Whitman, Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crepúsculo.
¿Cuál es la función de la poesía en 2005, cuando Estados Unidos ha enloquecido y ha coronado a un plutócrata que - por fortuna- es demasiado ignorante para convertirse abiertamente en fascista? Chile tuvo su Edad Oscura, y ahora nos toca a nosotros. Hay algunos poetas vivos maravillosos en Estados Unidos, entre los cuales destaca John Ashbery. Pero no tenemos a ninguno tan persuasivamente irreverente como Parra.
Debe reconocerse como un mérito de Parra el haber contribuido a preservar la imagen de lo humano en estos malos tiempos en que la Izquierda y la Derecha han sacrificado juntas la libertad de la imaginación en aras de sus ideologías antagónicas. Parra nos devuelve una individualidad preocupada por sí misma y por los demás, en lugar de un individualismo tan indiferente a los demás como a sí mismo.
Discursos de sobremesa. Adán Méndez
Parra siempre ha frecuentado el género del discurso en sus poemas, pero en estos cinco grandes textos agrupados ahora bajo el título Discursos de sobremesa, ha convertido al discurso en un metagénero, en cual tienen lugar todo tipo de poemas. Luego de ese extraño momento de calma que representa Canciones rusas, en que la experiencia antipoética recupera y sostiene al de otro modo inviable sujeto modernista, y esa formidable explosión del sujeto en los Artefactos, Parra parece dedicar las décadas posteriores a articular un nuevo sujeto, trabajo en que la entrega total de la voz a un hablante extraño, el Cristo de Elqui, resulta fundamental. Debe notarse que por muchos años alternó la firma propia y la de Domingo Zárate Vega, en camino a una ???recuperación de la primera persona del singular???, cuya realización es este libro.
La ocasión se presentó con motivo del Premio Juan Rulfo, y por cierto es fundamental en los Discursos de sobremesa su carácter ocasional, su origen en un evento particular y ante un público determinado, ocasión y público capturados en ellos. En noviembre de 1991, Nicanor Parra recibió este premio con la lectura de ???Mai Mai Peñi???, un sorprendente texto que cumple sin embargo todas las formalidades y lugares comunes de los discursos corrientes para estas ocasiones. Su primera sorpresa es que está escrito en verso, un verso no por estricto menos libre, o mejor dicho, un verso tan libertario como exacto. Estos versos se articulan en 50 breves apartados, cada uno de ellos un poema con toda propiedad. Exuberante y compacto a la vez, vierte toda su experiencia de antipoeta y traductor de Shakespeare en ellos: juega con el protocolo; ejerce la crítica política, literaria y filosófica; formula la anécdota, el apotegma, el verso didáctico-moral, la amenidad farandulesca, la agresión amigable, el insulto directo; se sumerge en los insondables personajes rulfianos; e invoca la risa, la sonrisa y la carcajada.
En éste y en los demás discursos de sobremesa, se recuperan para la poesía castellana terrenos dejados en barbecho desde los tiempos del Arcipreste, y resultan una ruptura y apertura poética tan radical como Poemas y antipoemas. Porque en todo el ámbito de la poesía contemporánea, Parra es comparable sólo consigo mismo.
LOS CINCO DISCURSOS (MENCIONADOS EN POST ANTERIOR)
http://www.atinachile.cl/content/view/13223/Nicanor-Parra-DISparra-denuevo.html