Su piedad de madre la llevaba a estar en todas partes a la vez. Descendía en los ojos de cada miembro de la prole en busca de profundidad. Y escuchaba. Y trajinaba separando sombras y ahuyentando miedos. Y preparaba los alimentos. Y les subía a la banqueta para peinarles. Y lo más difícil: consiguió hacer de su ausencia, esa losa invisible que todo lo puede, una merienda de pan con chocolate.
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PAN CON CHOCOLATE
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