Cuenta mi amiga Alejandra Díaz en su último post:
Cuando a uno le
falta uno
y a tres le
sobran dos.
Habíamos quedado como en la noche anterior en hacer el amor a las once, después de cenar y dejar las cosas arregladas, podría ser que por esas cosas que pasan, no sucediera hasta las doce o las trece... Llevábamos esperando las venticuatro horas más interminables que he vivido, salvo cuando mi hija tardó trenta y seis en nacer.
Sé que ambos teníamos el deseo acumulado desde la última vez que nos habíamos excitado el día anterior. Y que uno y otro pensábamos como podíamos conseguir que nuestros cuerpos se sintieran presos de la cárcel del otro. Y que ambos tiraríamos la llave para no encontrarla nunca jamás.
Y de repente el menos esperado. Como la aparición de un fantasma, mandado por el embrujo del infierno, que lo rompe todo. Y gritas y te desesperas, los sueños planificados en las fantasías se convierten en entelequias que ni la basura quiere. Gritas para ahuyentarlo, pero sabes que está ahí jodiendo la marrana, para que tu no puedas hacerle el amor a tu amada. Y no hay solución para el instante, pero probablemente despierte la conciencia para que a largo plazo se materialice en la liberación.
¿Sabes, cuándo estás a punto de chupar un caramelo y un gilipollas lo tira al suelo, casi al rozarte los labios?
Carlos M.Corchado
28/10/2011