Dardos de un alba preñada en brea que ilumina el anochecer de mi soledad, no puedo prometerte el sol, pero si el calor necesario para reinar en mi alma de rimas sueltas, un pliego entristecido, un beso raido por el tiempo de la terrible normalidad, en el universo de la timidez teñida de arlequin soy, contigo, sin mi, conocí respirando a la lujuria en estado puro, en su dormitorio, subimos al cielo estrellado y sin saber como acabamos a cuatro patas sobre la cama de alas más que caidas derruidas, no tardó en ponerme un collar de perlas de castigo, yo obsesionado con sus besos de luciérnaga resplandeciente, me dejaba hacer sucumbiendo a la transformación enfermiza con aullidos milenarios, ella amante de perros y veterinaria en una clínica de enjambres de miel con hambre, hacia relucir sus ojos ambar en la noche y su lengua lamía la mia con codicia de filigrana de rana con capa, a destiempo, acabé estando atado a la cama cada vez más tiempo ladrando poemas miserables en la penumbra de un gato, un dia me sacó a pasear con correa de sables de hierro y ante mi asombro levanté la pata para regar una farola oxidada y corri detrás de un micifuz pardo atusado por escobas de porteras fehacientes, le miré con mirada de lobo bobo y le ladré versos de dolor infinito, nunca pensé acabar como un can, pero ya se sabe que los poetas somos bichos raros, especies en extinción, ahora escribo a oscuras y lamo mis heridas bordando pedimentos en la soledad de un folio expedito, el galgo.
Ojala me quieras libre, cuando yo ya no te quiera.